Este martes, el Gobierno argentino firmará en Copenhague el contrato de compra de 24 cazas F-16 estadounidenses. Son aviones de combate con unas cuatro décadas de antigüedad, que Dinamarca vende para reemplazarlos por los modernos F-35, y que el presidente Javier Milei prefirió a los nuevos JF-17 ofrecidos por China con una mejor dotación armamentística. La decisión final ha sido geoestratégica: a Estados Unidos le interesa frenar el avance chino en América Latina y a Milei ser apreciado como un socio incondicional de Washington e Israel y fortalecer las Fuerzas Armadas. A diferencia de sus predecesores, el mandatario ultra ha optado por distanciarse del gigante asiático, al que considera un país “comunista”, sin importarle los vínculos comerciales y financieros existentes.
Expertos en Defensa y aviación defienden la elección de los F-16 que comenzarán a llegar al país en 2025, pero advierten que hay un segundo contrato pendiente de firma con Estados Unidos que es clave: cuál será el sistema de armas con el que estarán equipados los aviones. La compra —con un costo total estimado de 360 millones de dólares, que Washington financiará en forma parcial— choca además con la política de austeridad impuesta por Milei en las demás áreas bajo la consigna “no hay plata”.
La Fuerza Aérea de Argentina comenzó hace años la búsqueda de aviones que le permitiesen recuperar la capacidad supersónica perdida hace una década, cuando dio de baja los Mirage con los que combatió en la guerra de las islas Malvinas en 1982 contra Reino Unido. El mayor obstáculo fue siempre el veto británico. Londres se opone a la venta de cualquier equipamiento militar que lleve componentes británicos para salvaguardar así su dominio de las islas del Atlántico Sur frente a los reclamos de soberanía de Argentina. Ese veto obligó al país latinoamericano a descartar los Gripen suecos, una de las opciones barajadas, y dejó en tierra los Super Etendard que el expresidente Mauricio Macri compró con el argumento de repeler un posible ataque durante la cumbre del G-20 realizada a finales de 2018. Los británicos se negaron a vender repuestos para los asientos y esos aviones nunca pudieron despegar.
Ahora, las ofertas más competitivas que el Gobierno argentino tenía sobre la mesa eran los F-16 daneses y los JF-17 ofrecidos por China. Los F-16 son aviones polivalentes, es decir, que pueden desarrollar un amplio arco de tareas, desde el combate entre aviones al ataque de objetivos en tierra. Son veloces, fáciles de maniobrar y han sido usados por las fuerzas aéreas de casi una treintena de países. “Tienen a su favor que son aviones con un sistema muy probado, con más de 50 años de experiencia”, destaca el especialista en seguridad y defensa Andrei Serbin Pont. Los JF-17 cuentan con tecnología más moderna y China estaba dispuesta a entregarlas con una gama de armas más modernas y de más largo alcance. “Los JF-17 generaban dudas sobre el sustento logístico por ser un sistema poco probado y por sus costos de modernización”, compara. Destaca también que la compra de aviación militar es siempre una apuesta a largo plazo en la que es necesario tener la garantía de que el proveedor facilitará capacitación y repuestos.
Los aviones de guerra se venden casi vacíos y luego hay que equiparlos. “La primera oferta de Estados Unidos por los F-16 no era muy buena porque incluía sólo los aviones con armamento muy básico”, cuenta el historiador y analista de Defensa Santiago Rivas. “Por eso se empezó a avanzar con China, que ofrecía armas de todo tipo y fue haciendo más tentadora esa oferta, aunque tenía en contra que era un sistema totalmente desconocido que sólo lo usan Pakistán, Myanmar y Nigeria, e implicaba el riesgo de que si no se podía adaptar quedase fuera de servicio”, continúa Rivas, director de la revista especializada en aviación militar Pucara Defensa. “A raíz de que se avanzó con China, Estados Unidos mejoró mucho la oferta e incluyó misiles aire-aire, misiles a superficie, equipos avanzados de reconocimiento de blanco y para guerra electrónica”, cuenta sobre el paquete armamentístico pactado.
El diplomático Diego Guelar celebra la superación del veto británico que acarrea la venta de estos aviones gracias a la pelea “con uñas y dientes” de Estados Unidos para que China no sea un proveedor de armamento importante en América Latina. “El JF-17 es un buen producto y China facilitaba el crédito y lo daba artillado”, señala Guelar, quien fue embajador en las dos potencias que dominan hoy el tablero internacional.
Capacidad de disuasión
El Gobierno de Milei ha aplicado en sus primeros meses un severo recorte del gasto público en jubilaciones y áreas como educación, sanidad, ciencia y obra pública que contrasta con la inversión anunciada en defensa. Para qué necesita Argentina aviones de combate, se preguntan muchos de quienes sufren las consecuencias del ajuste fiscal en un país con más del 40% de pobres. Los expertos defienden que era una deuda pendiente y que, en medio de la escalada bélica mundial, los cazas suponen una herramienta de defensa y disuasión frente a potenciales amenazas externas. Los F-16 bloque 15 que llegarán a Argentina han sido modernizados y mantenidos en buen estado por Dinamarca. Pese a su antigüedad, los expertos coinciden en que con ellos la Fuerza Aérea de Argentina volverá a estar entre las más avanzadas de la región, sólo por detrás de Brasil y cerca de Chile.
Sin embargo, sólo cuando se estampe la firma al acuerdo armamentístico con Estados Unidos se disiparán las dudas que persisten, dada la mala experiencia de adquisiciones previas. La más recordada es la de la treintena de cazas Fightinghawk comprados por el peronista neoliberal Carlos Menem en 1997. “En ese momento no se negoció armamento. Se hizo la compra de aviones y se planteó que el armamento se compraría más adelante, pero nunca ocurrió”, recuerda Rivas. “EE UU, para la cumbre de presidentes celebrada en Mar del Plata en 2004, entregó algunos misiles, muy pocos”, agrega sobre el miedo inicial en las Fuerzas Armadas a que ahora se repitiese lo mismo.
De los cazas comprados por Menem “quedan ocho en condiciones”, dijo días atrás el exministro de Defensa Jorge Taiana. El veterano político peronista subrayó que Argentina tenía una necesidad real de recuperar la capacidad supersónica y celebró que Estados Unidos autorizase una compra para la que Gran Bretaña no hizo valer su veto. Aún así, dejó claro que la maniobra es muy conveniente para Washington. “El objetivo de EE UU no es que nosotros tengamos los F-16, es que no tengamos aviones chinos”, sentenció Taiana en diálogo con el medio online El Destape.
Aunque mejoraron la oferta inicial, las armas con las que estarán dotados los cazas argentinos no supondrán una amenaza efectiva para la defensa británica de las islas Malvinas. “Todo es corto y mediano alcance, defensivo. Ese es el pedido británico a Estados Unidos. No sirve para un eventual conflicto con los británicos”, declaró al diario Clarín un ex alto jefe militar consultado.
El ministro de Defensa argentino, Luis Petri, encabezará la firma de la compra de aviones en Dinamarca en reemplazo de Milei, como era el plan original. El presidente se había realizado estudios médicos para volar como copiloto en una de las aeronaves, pero el ataque de Irán a Israel le hizo suspender el viaje a Dinamarca y regresar a Buenos Aires para ponerse al frente de un comité de crisis. Argentina es el país con la mayor comunidad judía de América Latina y tres décadas atrás fue víctima de dos atentados terroristas contra objetivos israelíes. Mientras Petri fortalece el sistema de defensa aéreo del país, fronteras adentro Argentina refuerza la seguridad por miedo a un nuevo ataque.
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