En junio de 2023, Milagros Rodríguez salió de Cuba rumbo a Uruguay con la intención de empezar una nueva vida en Montevideo. Para llegar al país sudamericano debió hacer “la travesía”, como le llaman sus paisanos al viaje por aire y tierra que arranca en La Habana, hace escala en Guyana, sigue por Brasil hasta llegar a la frontera con Uruguay. Esa travesía es una lotería, reconoce Rodríguez: cualquiera puede caer en las redes de tráfico de personas o que la suerte lo acompañe y llegar a salvo, siempre pagando lo que determinen quienes gestionan la ruta. A los seis días de iniciado el viaje, tocó la frontera con Uruguay y pudo ingresar como solicitante de refugio.
“En La Habana todo está complicado”, afirma Rodríguez, de 36 años, en una charla con EL PAÍS. Cuando decidió reunirse con su pareja, que vive en Uruguay desde 2019 y también es cubano, intentó hacerlo con sus tres hijos, de 9, 15 y 16 años. Pero el viaje de los cuatro resultó imposible, asegura, porque no reunía los requisitos (solvencia económica, sobre todo) exigidos por la embajada uruguaya en Cuba para otorgarles los visados. Optó entonces por arriesgarse y hacer “la travesía” vía Guyana, país que no exige visa a los cubanos, siempre con la idea de poder financiar el viaje de sus tres hijos tras instalarse en Uruguay. En Montevideo trabaja como limpiadora y cuenta con un documento de identidad provisorio. “Pero las cosas no salieron como pensaba”, dice Rodríguez.
Uruguay cerró el año 2023 con 24.193 solicitudes de refugio acumuladas, pendientes de resolución, de acuerdo con un informe publicado por el periódico local El Observador. “El sistema entró en colapso”, dice el texto basado en datos de la Comisión de Refugiados, según la cual el promedio de espera para la entrevista con el solicitante es de dos años. Solo en 2023, indica el informe, 9.129 personas pidieron refugio en Uruguay, de las cuales 7.293 eran cubanas. Mientras sus casos no se resuelven, el país les otorga un documento provisorio por dos años, con el cual pueden trabajar, acceder a los servicios de salud y educación, pero no los habilita a la reunificación familiar, como pretende Rodríguez y buena parte de sus compatriotas. En este contexto, muchos optan por renunciar a ese pedido de refugio y buscan tramitar la residencia permanente.
“Un número muy alto de solicitudes de refugio está siendo rechazado (…) porque mucha gente viene por razones económicas, sobre todo de Cuba, solicitan el refugio por razones políticas [como lo exige la ley] y no corresponde otorgárselo”, dijo días atrás el ministro uruguayo de Relaciones Exteriores, Omar Paganini. Se trata de una “situación delicada”, expresó Paganini en el canal 12, que el Gobierno quiere resolver “muy a la brevedad”. “Estamos trabajando para encontrar una solución para aquellos que no les corresponde el refugio, pero están viviendo entre nosotros y deberían ir a un proceso por la residencia. Las condiciones legales hoy no están claras y quedan en una situación de limbo”, reconoció.
Como cualquier extranjero, los cubanos que se encuentran en Uruguay pueden solicitar y obtener ese tipo de residencia si cumplen con los requisitos. En su caso, deben presentar la documentación con el visado consular correspondiente, porque los cubanos necesitan visa para entrar a Uruguay, así como los uruguayos para ingresar a Cuba. Para hacerse con ese visado, los cubanos solicitantes de refugio solían viajar hasta un consulado uruguayo en Brasil, aunque llevaran uno o más años viviendo en territorio uruguayo. De ese modo, por kafkiano que fuese, obtenían la visa y seguían adelante con el trámite de residencia. Pero esa posibilidad de conseguir el visado uruguayo en Brasil comenzó a complicarse a partir de enero de 2023.
Desde entonces, Uruguay decidió restringirlo mediante la exigencia de un cuño o sello de entrada y salida de Brasil en el pasaporte cubano, según explica Madelyn del Río, integrante del colectivo Manos Cubanas. Y ese sello de tránsito, asegura Del Río, no suele ser estampado por las autoridades brasileñas en los puestos migratorios de la frontera seca. El camino se estrechó aún más cuando, en diciembre de 2023, Cancillería envió instrucciones a sus consulados explicitando que las personas residentes en Uruguay como solicitantes de refugio no podían aspirar al visado en cuestión.
Por esta situación las organizaciones que nuclean a cubanos en Uruguay sostienen que al menos 5.000 personas con esa nacionalidad se encuentran en un “limbo migratorio”: no tienen estatus de refugiados en el país y tampoco pueden renunciar a la solicitud de refugio para tramitar la residencia permanente que les permitiría la reunificación familiar. Es el caso de Milagros Rodríguez, quien junto a sus compatriotas pide al Estado uruguayo que exonere del visado a aquellos que viven en Uruguay hace un tiempo prudencial, como ya ocurrió durante la pandemia de la covid-19. “Una exoneración de esa visa u otra solución que sea definitiva”, expresa Rodríguez.
“De fomentarse el cambio legal necesario, de solucionarse nuestro estatus migratorio, aliviarían la preocupación de miles de cubanos. Miles de cubanos que ahora mismo somos empleados de muchas empresas, miles de cubanos que hemos abierto nuestras propias empresas y hemos creado con esto más empleo”, dice una petición publicada este mes en la plataforma Change.org dirigida al Gobierno de Luis Lacalle Pou y a los parlamentarios en general. “Ya estamos en Uruguay, ya trabajamos para Uruguay”, añaden, “por qué hay que ser especial para residir legalmente en un país que ya nos acogió”.
Según los datos preliminares del censo de 2023, en Uruguay viven cerca de 62.000 personas nacidas en el exterior, de las cuales 12.000 son cubanas (las organizaciones de cubanos estiman que esa cifra se ha duplicado en el último tiempo). Este movimiento migratorio permitió que la población uruguaya (3,4 millones) creciera en 10 años un ajustado 1% y evitó que se redujera. “Ojalá hayamos entrado en una nueva ola de inmigración”, dijo en su momento Isaac Alfie, presidente de la Comisión Nacional del Censo. Pero ¿Uruguay es realmente un país de puertas abiertas para todos los migrantes? Es una pregunta que se hacen las organizaciones sociales, a propósito de la situación que atraviesan estos miles de cubanos.
“Es muy contradictorio cuando desde el Estado se presenta un Plan Nacional de Integración [para personas migrantes, solicitantes de refugio y refugiadas 2023-24] y al mismo tiempo se ponen estas trabas”, dice a EL PAÍS Rinche Roodenburg, integrante de la Red de Apoyo al Migrante y voluntaria del Servicio Jesuita a Migrantes. “Si estamos tan preocupados porque la población de Uruguay no crece y se dice que la inmigración salva esos números”, continúa, “entonces tendríamos que poner una alfombra roja para que la gente pueda venir y vivir feliz”. Para Roodenburg, en el caso de los inmigrantes cubanos “lo más grave es que no se permita la reunificación familiar”, en las actuales condiciones.
“Esta situación me afecta grandemente porque mis hijos siguen separados de mí, perdiendo todas las posibilidades que da este maravilloso país. Quisiera traerlos a ellos mediante la reunificación familiar, porque me aterra la idea de ponerlos en manos del tráfico humano [en el trayecto vía Guyana-Brasil]”, lamenta Milagros Rodríguez.