Por RAMFIS RAFAEL PEÑA NINA
Mientras caminaba por la playa de Najayo, me encontré conmigo mismo. Después de 40 años, había perdido allí parte de una gran ilusión que se fraguaba en las mentes de un puñado de jóvenes, que al igual que yo, soñábamos con hacer de nuestro litoral costero un majestuoso proyecto turístico que nos posicionara como el ejemplo a seguir.
Criollos todos y por demás, sancritoberos, se había escogido aquella maravilla natural y virgen, entre aquellas dos salidas hacia ese mar algunas veces bravio, los hermosos cocoteros que adornaban toda la orilla, actuarían como hermosas bailarinas al compás del viento que les mecian, aquel embarcadero poblado de hermosos yates entrando y espumando con sus potentes motores el agua azul cielo reflejada en la inmensidad de la bahía.
Pascual de León, Gustavo Lara, Moncho Valera, Luis Felipe, Eder Uribe, Calín Brioso, con todos ellos me encontré, nos saludamos efusivamente, cada quién proponiendo sus ideas para seguir y cumplir con el flujo grama ya establecido.
Las gaviotas con su tranquilo y majestuoso volar daban vistosidad al infinito. Gustavo Lara con su gran agilidad con las felpas nos iba ilustrando su visión, Pascual y Luis Felipe rebatian ciertos conceptos y se ponían de acuerdo en otros tantos, mientras la brisa del mar hacia imposible el control del papel mantequilla donde los tres arquitectos plantadas sus ideas, mientras los demás observábamos impacientes por llevar estas ideas a nuestra improvisada oficina establecida en un espacio cedido por Obras Públicas en sus oficinas de San Cristobal, ubicadas en Los Nova.
Allí les íbamos dando forma a las ideas, plasmandolas en una gran cantidad de skechs a mano alzada, rayones de felpa, los cestos llenos de papeles chamuscado, vasos desechables, alguna que otra tinta china desparramada en algún papel vegetal, sobre todo en las madrugadas de aquellas innumerables amanecidas que nos tocó allí compartir, yo como delineante.
De repente, una fuerte ola me hizo regresar a la triste realidad, el poder político y las influencias no nos tomaron en cuenta, no pudímos,este grupo de jóvenes desconocidos, soñadores y pueblerinos competir con un tal Chiqui Troncoso ya aposentado en las altas esferas del poder, nos derrotó.
Como la obra de Otto Skorzeny, luchamos y perdimos, eso sí, con dignidad, todo quedó en una hermosa ilusión, que hoy terminó con el zopeton de una ola que me trajo a la realidad.