La Semana Santa marca el fin de la temporada alta en Costa Rica y, con ello, el inicio de meses de incertidumbre para una industria que aporta el 8% de la riqueza anual nacional, con tres millones de turistas. El turismo emplea a casi 175.000 personas, uno de cada 12 trabajadores activos del país y es el motor de la economía. Pero ahora está en problemas y no por falta de clientes.
El tipo de cambio del dólar frente al colón cayó 24% entre junio de 2022 y diciembre de 2023. En julio de 2022, rozaba los 700 colones por dólar y ahora está en 500, como hace una década atrás. La tendencia puso en alerta al creciente sector exportador liderado por dinámicas empresas de capital extranjero que fabrican dispositivos médicos, aunque las actividades más vulnerables dan señales de zozobra. Ocurre con el turismo y también con los productores de café, que exportan más del 85% de la cosecha y que en el año pasado vieron reducirse el valor de las ventas casi 13%.
Costa Rica enfrenta una inundación de dólares por la llegada de capitales de inversión y por el aumento de exportaciones, pero también por capitales especulativos que vieron ganancias por las altas tasas de interés, explica el economista y consultor Gerardo Corrales, sin descartar la posible incidencia de dinero procedente de actividades ilegales. “Ahora se volcó la tortilla con la inflación más baja de países de la OCDE (-1,8%) y con la apreciación cambiaria de 24%, la mayor en el mundo al cierre de 2023, pero sin medidas orientadas a equilibrar la situación”, agrega.
“Es una devaluación continua, abrupta y no parece tener fin”, lamentaron autoridades del sector cafetalero local en una conferencia de prensa en la que rogaron atención del gobierno de Rodrigo Chaves para preservar la base productiva compuesta por casi 26.000 fincas, en su mayoría pequeñas. Cada caficultor recibe ahora por fanega 27.000 colones menos que el año antepasado, casi un 20% de caída, sin que los costos por insumos agrícolas importados se hayan abaratado en esa proporción.
“Mi papá está muy triste porque esto es insostenible y producir café es lo único que ha hecho toda su vida, es su identidad. Se siente muy mal y no quiere ni que hablemos del tema con nadie”, contó Manuel C., el más joven de una familia cafetalera del sur de San José, después de escuchar declaraciones del vicepresidente Stephan Brunner, también coordinador del equipo económico. Brunner dijo que los afectados por el tipo de cambio deberían buscar otra actividad y que los productores debieron haber hecho reservas financieras para tiempos de “vacas flacas”.
Rodrigo Chaves ha dicho que la apreciación del colón es una señal de una economía fuerte (el PIB nacional creció 5,1% en 2023, entre otros indicadores favorables) y que en todo hay ganadores y perdedores. Es generalizada la molestia de grupos exportadores y son frecuentes las advertencias de economistas sobre un impacto en las cifras de empleo. El Banco Central de Costa Rica (BCCR) recibe presión para que ajuste la tasa de referencia para mover el tipo de cambio a la alza, pero las autoridades monetarias y del Gobierno van demasiado despacio o dan señales de no tener una voluntad de aplicar las herramientas a la mano, dice a EL PAÍS Shirley Calvo, directora ejecutiva de la Cámara Nacional de Turismo (Canatur), agrupación empresarial de una industria con abundantes encadenamientos y generadora de riqueza en todo el territorio.
“No han querido usar los instrumentos; la respuesta ha sido casi nula y parece que están permitiendo la destrucción de la economía local”, comentó Calvo, que considera “ofensivas” las declaraciones de Brunner. Asegura que la temporada alta termina en esta Semana Santa y los negocios no pudieron ahorrar lo suficiente para enfrentar la temporada baja. Advierte que algunos cerrarán o reducirán operaciones al mínimo, porque además la apreciación del colón estimula a los turistas locales a vacacionar fuera del país, gastando en dólares.
Corrales señala riesgos particulares para el turismo y los cafetaleros. En la industria turística costarricense, a diferencia de otros países cercanos, es usual que el turista saque de su bermuda los dólares para pagar directamente al guía turístico o al vendedor de ceviches, al restaurante, al alquiler del auto o incluso al supermercado playero donde compra refrescos. Los billetes verdes circulan en zonas turísticas tanto como los colones. Esto hace que el impacto sea directo sobre los negocios de escala mediana y pequeña.
En el café, las amenazas son otras: el cambio climático que altera los ciclos de cosecha y la inestabilidad del mercado internacional, además de las tentaciones del negocio inmobiliario. Persiste la apuesta por producir café de alta calidad en condiciones sostenibles en lo ambiental y social, pero el momento es crítico para el sector que aporta menos del 0,1% del PIB nacional y que ocupa el puesto 14 en producción en el mundo, pero que ha sido básico para el desarrollo en ciertas zonas rurales. “El mejor café del mundo”, repitió el papa Francisco este año cuando recibió a una delegación diplomática costarricense.
Están en riesgo las actividades que son parte esencial de la imagen de Costa Rica en el mundo, señala Francisco Mirabelli en una conversación por teléfono desde Monteverde, un pueblo del noroeste costarricense conocido por sus bosques nubosos. Es guía turístico desde 1995 y también preside una asociación gremial que agrupa a unos 3.000 guías acreditados. “Le puedo asegurar que casi todos estamos trabajando como con un cuchillo en la espalda, buscando un empleo adicional y pensando en qué pasará después de esta semana. Lo mismo hoteles y transportistas”, dice. En 2022, el turista pagaba 1,8 dólares por una cerveza local y ahora paga casi tres dólares. El problema, dice, es que no se ve una solución pronta. “El turista percibe esto mientras nosotros tratamos de sostenernos, otros trabajan con mucho estrés y el servicio puede afectarse, pero mucha gente no va aguantar”, dice.
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